“Ni tú ni Planes me dais lástima. Ya basta de que os metáis con la CNT, estáis de mierda hasta las cejas.”
La valentía de los periodistas
Tras un sospechoso cambio en el juzgado de instrucción que investigaba el asesinato de los hermanos Badia, los cuatro pistoleros anarcosindicalistas implicados fueron puestos en libertad por el nuevo magistrado. Los periodistas Tísner y Planes no abandonaron la pista de los “faieros”, sino que siguieron buceando, con resultados sorprendentes.
Desde que el juez Márquez dejó en libertad a los anarcosindicalistas implicados en el asesinato de los hermanos Badia, dos periodistas, Avel·lí Artís Gener, Tísner, y Josep Maria Planes siguieron de cerca, desde sus respectivos periódicos,
La Publicitat y
La Rambla, la pista de la FAI.
Recién cumplidos los 24 años, Tísner trabajaba por aquellas fechas en el vespertino
La Rambla, cuya redacción estaba encima del restaurante Núria, en Canaletes, y colaboraba como dibujante de humor en
El Be Negre, cuya redacción se reunía una vez a la semana en la biblioteca del Ateneu.
La Rambla se mostró muy interesada en informar sobre el asesinato de los Badia y no tardó en hacer mención del
sindicato de Transportes de la CNT, dominado por la FAI, como un posible instigador del crimen. Tísner explica en sus memorias
Viure i Veure. 1 (Pòrtic, 1990) que la fuente era su amigo, el magistrado Emilià Vilalta i Vidal, que le pasaba informaciones de la investigación.
Gracias a esta fuente privilegiada, Tísner pudo informar sobre la historia del garaje de la calle Llançà, donde se vendió el coche a los pistoleros. El juez había detenido a Manuel Costa Ribero, que había comprado el coche a Francesc Cortes, “Cisquet de la Bombilla”, tras ser revisado por los pistoleros de la FAI, entre ellos Justo Bueno Pérez, el cual había sido identificado como autor de los tres disparos contra Miquel Badia por el dueño del bar Bremen.
Después de la puesta en libertad de los cuatro implicados de la FAI, el día primero de julio, en la contraportada de
La Rambla Tísner publicaba un artículo en el que decía que “Costa, La Fuente, Villagrasa y Bueno han sido liberados por el juez Márquez”, y denunciaba que “el papel que jugaron en torno al automóvil con el que se cometió el asesinato se quiere dejar impune”. Al siguiente, en
La Publicitat, Josep Maria Planes remachaba el clavo pidiendo una explicación al juez.
El portavoz de CNT-FAI, la
Solidaridad Obrera, reaccionó acusando a Tísner de meterse en “asuntos ajenos a la profesión” y le advertía de que si algún día la CNT tenía la necesidad de hacerle callar,
“procederemos sin contemplaciones, pues tenemos sobrados medios para conseguirlo”. Tísner, sin embargo, no se arredró y reprodujo la amenaza de
La Soli en
La Rambla, añadiendo que si le ocurría alguna cosa, ya se sabía quién era el autor.
El secretario general de la Comissió d’Ordre Públic de la Generalitat, Joan Francesc Vidal-Jové, autor teatral y amigo de Tísner, que acababa de ser nombrado para el cargo, le convocó a Via Laietana para informarle de que sabía a ciencia cierta que la FAI había condenado a muerte a Tísner y a Planes. “La única cosa sensata que podéis hacer es abandonar desde ahora mismo el asunto del asesinato de los Badia”, le dijo. “Eso quema y a Vilalta ‘ja l’han fotut’”. Dicho esto, Vidal Jové hizo llamar a un subalterno, un hombre de unos 50 años, bajito y rechoncho, y se lo presentó a Tísner: “Ramon Clotet, inspector de la brigada social. Conoce bien el paño.” Acto seguido preguntó al recién llegado: “¿Lo has traído?” Éste se sacó del fondo de la chaqueta una pistola envuelta en papel de periódico. Vidal-Jové alargó la Browning a Tísner, recomendándole que la llevase siempre encima. “Si en un momento comprometido tienes tiempo de reflexionar, deja que sea Clotet el que dispare primero: tiene más práctica.”
El policía Clotet se convirtió desde aquel día en la sombra de Tísner, hasta que el 6 de julio, estando en la redacción de
La Rambla, Clotet le pidió permiso para ir a Jefatura si el periodista no tenía que salir. Cuando el policía se había ido, el conserje de la redacción avisó a Tísner de que “Justo Bueno está en recepción. Te espera y viene solo”.
Tísner recuerda en sus memorias que Bueno era “un muchacho bastante alto, más bien delgaducho”. “Se levantó sonriendo, me estrechó la mano con fuerza, con una cordialidad más bien amigable. Debía tener entre 28 y 30 años y hablaba un catalán excelente, salpicado de argot pintoresco. (...) Me dijo que hacía 23 años que vivía en Barcelona (...) Me desconcertaba su enorme facilidad para conversar. La salita donde estábamos daba al despacho de Joaquim Ventalló, el director, que entonces no estaba en el diario. Oímos un ruido”, narra Tísner.
Eran los compañeros de redacción de
La Rambla que “tomaban posiciones por si acaso”. “Bueno se levantó de golpe, puso su mano en el bolsillo trasero de los pantalones y se fue a la puerta gritando: ‘¡Qué coño pasa aquí!’”. Tísner preguntó a Bueno si se sorprendía de que sus compañeros estuvieran inquietos y éste le contestó con otra pregunta: “¿Tú lo estás?” “Por ahora, todavía no”, dijo Tísner.
Bueno, sigue contando el periodista, cambió el tono y le dijo que estaba allí para decirle algo que le afectaba y para que le constase: “Ni tú ni Planes me dais lástima. Ya basta de que os metáis con la CNT. Estáis de mierda hasta la cejas y la cagaréis si os creéis que se puede hacer coña.” Una vez advertido de tal modo, le ordenó que cogiera papel y lápiz para tomar nota.
“Me dictó de pe a pa el nombre de todos los participantes (en el asesinato) y especificó la tarea que cada uno realizó en aquella ‘liquidación’, según decía Bueno.” Tísner escribió el nombre de La Fuente, seguido, y Bueno le corrigió indicándole que se escribía separado, le dio la matrícula del coche y revisó todos los datos. Después le dijo a Tísner: “Márcate bien en el cerebro lo que dice este papel y quémalo cuando lo hayas aprendido de memoria. Ahora ya no tienes excusa: si das una sola de estas informaciones, eres hombre muerto.” Acto seguido, se levantó y se fue.
Tras una improvisada asamblea de redactores en la que se opinó, en general, que el asunto era “muy serio”, la visita de Bueno a la redacción de
La Rambla se saldó con una información de Tísner, aquella tarde, en la que informaba de todo cuanto le había contado el anarcosindicalista. Recuerda el periodista en sus memorias que aquella noche, cuando oía gritar por la calle a los vendedores: “Tota la veritat sobre l’assassinat dels germans Badia!”, se le encogía el corazón. Al día siguiente, 11 de junio,
La Soli acusaba a Tísner de ignorar “lo que es la ética profesional” y que
“la CNT encontrará inmediatamente que le parezca oportuno la forma de silenciarle”.
Después de un intento de asesinato en la plaza Universitat que la policía de Vidal-Jové logró desbaratar –en una operación que Tísner narró en sus memorias de manera cinematográfica–, concluye el periodista que “era evidente que no podía seguir sintiéndome personaje de película y prolongar aquella frivolidad. Otras veces en mi vida he sentido esta especie de arrebatos, y lo que lo hace más grave es que no ha sido solamente en periodos infantiles, adolescentes o jóvenes, sino en tiempos de madurez e incluso en aquellos que diríamos de edad avanzada. O sea, que realmente ya no he estado a tiempo de ‘hacérmelo mirar’”.
Este carácter salvó a Tísner de sentirse perseguido e incluso llegó a ironizar sobre sus perseguidores. En
L’Esquella de la Torratxa publicó un chiste sobre
La Soli, en respuesta al anuncio hecho por el diario de la CNT-FAI, que había afirmado que su tirada era la más alta de la historia del periodismo catalán. En el dibujo del periódico satírico se veía a unos hombres cargando grandes paquetes de diarios en un carro de la basura delante de una imprenta que recordaba a la de
La Soli y un ciudadano decía a otro: “Hoy hemos tirado cien mil ejemplares”. Es un chiste que yo se lo oiría contar, al propio Tísner, muchos años después, retornado del exilio de México, en la redacción barcelonesa de
Tele/eXprés. Sólo que entonces él se refería a
La Soli, pero a la “Nacional”, la del Movimiento.