Friday, August 20, 2004

6) Encuentro en el frente de Aragón

Tras el asesinato del periodista Josep Maria Planes por sus investigaciones sobre la muerte de los hermanos Badia, Tísner, también periodista, tuvo que refugiarse de los pistoleros de la FAI en París. Pero la llamada de su quinta para acudir al frente le puso de nuevo en contacto con los “faieros” y le valió un insólito encuentro con el principal implicado, Justo Bueno.


Con el estallido de la guerra, el 18 de julio de 1936, la situación del periodista Avel·lí Artís-Gener, Tísner, entró aparentemente en otro estadio. El día 22 de julio se fundó el Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC), en el que Tísner se incorporó desde el Bloc Obrer i Camperol (BOC). Junto con otros compañeros creó la Cèl·lula de Dibuixants y requisaron una torre de la calle Aragó, esquina pasaje Méndez Vigo, donde se elaboraban carteles. Con Pere Calders reeditó L’Esquella de la Torratxa, un semanario satírico nacido en 1872, que desde hacía tiempo vivía una difícil situación, apareciendo y desapareciendo, a pesar de contar con 6.000 fieles suscriptores: todos los barberos de Catalunya.

Pocos días después de reconocer el cadáver de su amigo Josep Maria Planes en el Clínic, le llovieron a Tísner las recomendaciones de que hiciera mutis por el foro. “Sería necesario causar la impresión de que has huido, al extranjero. Te quieren cazar y nosotros no podemos hacer nada”, le dijo Víctor Colomer, del PSUC.

Tanta fue la presión que finalmente optó por esconderse en un local de Acció Catalana “con unas compasivas damas que me tejían suéters de lana en plena canícula” durante 15 días. Hasta que el conseller de Cultura, Ventura Gassol, le imploró que huyera a Francia. Viajar en tren por aquella Catalunya en guerra no era fácil, y no sólo por los bombardeos que hubo de sufrir. Pero finalmente Tísner logró cruzar la frontera para descanso de todos sus amigos.

En París se reencontró con Joaquim Ventalló, el director de La Rambla, también huido, y con Eugeni Xammar, que entonces era el jefe de prensa de la embajada de la República. Tísner cuenta que le obsesionaba el pensamiento de que, mientras otros luchaban en el frente, él “desertaba” en París. A finales de septiembre de 1936, leyó en el diario Le Matin que la República había llamado a filas a la quinta del 34, que era la suya. “Mañana vuelvo”, le dijo a Ventalló. Y lo hizo.

La mañana del 29 de septiembre estaba de nuevo en Barcelona y acudió al cuartel Vorotxilov, en Pedralbes, donde Tísner fue alistado para integrarse al día siguiente en la columna Carlos Marx, que después sería la de Estivill-Trueba-Del Barrio, con destino a Tardienta, en el frente de Aragón. Le quedaban, pues, unas 24 horas en Barcelona y decidió reunirse con sus amigos de La Rambla.

Cuando estaba de tertulia en la redacción de encima del restaurante Núria, en Canaletes, le avisaron de que tenía visita. Eran cuatro jóvenes pertenecientes, según dijeron, al Sindicato del Transporte de la CNT para que les acompañara. Tísner siempre tuvo la secreta convicción de que un empleado del Núria era el que vigilaba sus idas y venidas. Era demasiada casualidad que después de casi un mes en París, en la primera ocasión se presentaran sus perseguidores. Le dijeron que debía acompañarles con el objetivo de aclarar “una confusión” acerca de un coche requisado. Tísner pidió tiempo y los del sindicato le contestaron: “Nosotros nunca tenemos prisa. Las semanas que hacía que te esperábamos...”.

Finalmente, tras algunas llamadas de teléfono para indicar lo que ocurría, subieron a un Citroën de color negro estacionado frente al Núria. En la plaza Espanya cambiaron de coche, un Ford del 36. Siguieron por El Prat, Gavà, Castelldefels y finalmente se encaramaron por las curvas del Garraf.

Llegados a un punto, detuvieron el coche, y le mostraron una mancha en el suelo. “Es la sangre de un tío que ‘picamos’ anteayer”, le dijeron. Y empezaron a comentar entre ellos cómo se comportan los humanos ante la certeza de su muerte. Siguieron Garraf arriba hasta que, en otra curva, detuvieron el coche y le preguntaron si le gustaría morir allí “o quizás de cara al mar”. Tísner recuerda que su única salida, en aquella situación, era mostrarse lo más tranquilo posible. “No les daré la satisfacción de derrumbarme”, se decía.

Después de unas presuntas dudas entre sus secuestradores sobre la idoneidad del lugar de ejecución, prosiguieron la marcha. Vallcarca, Sitges, hasta llegar a una plaza de Vilanova. Se detuvieron delante de la puerta del comité, que integraban todas las organizaciones de izquierdas, y le dejaron solo en el coche, con la llave puesta en el contacto y con la advertencia de que permaneciera en el automóvil.

Tísner se estuvo quieto, en el coche. Creía que si salía de aquella insólita prisión sería acribillado a tiros desde el balcón del comité. Tenía la convicción de que se le estaba vigilando desde detrás de las persianas. Pasadas más de dos horas, sin dar pie a ninguna sospecha y sin disimulo “bajé del coche para orinar”, y escribe en sus memorias que “cuando lo hube hecho, pensé que no me matarían con los ‘meados en el vientre’”. Luego caminó por la plaza, arriba y abajo, hasta que a medianoche reaparecieron sus secuestradores. Ocuparon sus asientos en el coche, Tísner incluido, y rehicieron el camino a Barcelona, rápidamente y en silencio. Le hicieron bajar en un arrabal de Esplugues, con la recomendación de que se tomara “un cubo de coñac, a ver si resucitas”. Al día siguiente, Tísner salía hacia el frente.

La columna Carlos Marx, que dirigía José del Barrio, estaba formada por milicianos del PSUC. El frente, situado en la zona de Tardienta, entre Almudévar y Alcubierre, estaba estabilizado y el trabajo de la columna, básicamente, era el de fortificar la zona. Un día, el comandante llamó a Tísner para ordenarle que fuera a buscar el camión-cuba de la brigada, puesto que era el único que tenía carnet de conducir. El chófer había caído enfermo de disentería. La operación consistía en hacer llegar el camión lo más cerca posible de las distintas trincheras para que las compañías pudiesen acceder al agua.

Tísner se puso a conducir muy lentamente, hasta que dio con un camino tan estrecho que apenas si cabía el camión. Saliendo de una curva para iniciar un trecho recto, se encontró de cara con una tanqueta, a una veintena de metros. A la derecha del camino había una viña en la que bien podía meterse la tanqueta para que el camión de Tísner pudiera pasar. Al ver que el tanquista no hacía movimiento ninguno, Tísner bajó del camión para indicar al otro conductor por dónde debía meterse. A medida que se acercaba, la tanqueta rugió a chatarra y se abrió la escotilla de la torreta. De ella emergió Justo Bueno Pérez, el presunto asesino de los hermanos Badia y que había ido a verle a la redacción de La Rambla para darle una información que, de publicarla, pagaría con su vida. Una información que publicó y que le valió un intento de asesinato, una huida a París y un secuestro de una larga tarde por el Garraf.

“Coño, Artís-Gener, menuda sorpresa!”, exclamó Bueno saltando de la tanqueta entre sonoras risas. Tísner recuerda que pensó: “¡Qué forma tan idiota de terminar la guerra!”. Con los brazos abiertos, Bueno avanzó sin dejar de reírse. “Quién iba a decirnos que nos encontraríamos aquí.” Y le dijo: “Mira, ahora luchamos en el mismo bando, por la misma causa. Tú conduces un camión y yo una tanqueta, es la única diferencia entre nosotros. Aquello de antes de la guerra es otra cuestión, el pasado. Si entonces te hubiera encontrado, te hubiera cosido a tiros, que bien te lo merecías. Pero ahora todo es diferente y somos amigos. Te quiero decir algo que mi organización siempre ha admirado: los cojones. Los tuviste, ¡y muy grandes!”. Después de un rato de conversación, Justo Bueno volvió a montar en la tanqueta y se despidió diciéndole: “cuando haya terminado todo esto, volveremos a echar cuentas, Tísner”.

Bueno maniobró la tanqueta por la viña para que el camión de Tísner pudiera continuar su marcha y luego desapareció entre un estruendo de hierros y una nube de humo. Fue la última vez que Tísner vio a Justo Bueno.

0 Comments:

Post a Comment

<< Home